El último suspiro de vida en la Terminal de Pasajeros de Maracaibo.

Solo, inmensamente solo. Porque el lo quiso, o un revés de la vida, o la familia no lo amaba. Le tocó llegar a ser adulto mayor. Un paria de la calle. Un no atendido durmiendo en cualquier no lugar donde lo agarrara la noche. Así fue su vida, tender la mano para comer, tender la mano a los sentimientos del prójimo andante de esas calles de Maracaibo. Le toco recibir miradas de desprecio. Le toco asustar a la gente. Al fin, sus últimos pasos, su ultimo aliento lo dio la noche anterior a un amanecer cualquiera, apoyándose a la pared en donde estacionan los buses de La Concepción, donde lanzan la basura en la terminal de pasajero de Maracaibo. Sin nombre y sin historia para contar para los periódicos.

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